El sentido de la piadosa compasión del pueblo cristiano se expresa en la imagen de la “piedad”, es decir, de la Virgen Dolorosa, que sostiene en las rodillas al Hijo que acaban de bajar de la Cruz. Es el momento que recapitula el indecible dolor de una pasión humana y espiritual única: la conclusión del sacrificio de Cristo, cuya muerte sobre la Cruz es el punto culminante de la Redención. Pero como la muerte de Cristo está ya implícita, casi en germen, desde el primer momento de su existencia como hombre, también la compasión está implícita en aquel “hágase en mí según tu palabra. Como madre, María acepta o soporta implícitamente el sufrimiento de Cristo en todos los momentos de su vida. He aquí por qué la imagen de la “piedad”, expresa sólo un momento de este dolor de la Virgen Madre. La devoción, anterior a la celebración litúrgica, ha establecido siete dolores de la Corredentora y que corresponden a los siete episodios que narran los Evangelios: la profecía de Simeón, la huída a Egipto, la pérdida de Jesús en Jerusalén cuando tenía doce años y había ido en peregrinación a la Ciudad Santa, el viaje de Jesús hacía el Gólgota, la crucifixión, la deposición de la Cruz y la sepultura. Con este título de “Nuestra Señora de los Dolores”, honramos sobre todo el dolor de María aceptado en la redención mediante la Cruz. Junto a la Cruz es en donde la Madre de Cristo crucificado se convierte en la Madre del cuerpo místico nacido de la Cruz, es decir, nosotros hemos nacido, como cristianos, del mutuo amor sacrifical y sufriente de Jesús y de María. Por eso hoy se nos ofrece la devota y afectuosa meditación sobre la “Dolorosa”.
Te acompañamos hoy, Madre bendita, pidiendo tu protección y bendición en este valle de lágrimas, diciéndote:
Te acompañamos hoy, Madre bendita, pidiendo tu protección y bendición en este valle de lágrimas, diciéndote:
Dios te salve, María, llena eres de dolores; Jesús crucificado está contigo; digna eres de llorada y compadecida entre todas las mujeres, y digno es de ser llorado y compadecido Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros, crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
1º Dolor La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios te salve, María,…
Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros, crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
1º Dolor La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios te salve, María,…
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
Dios te salve, María,…
Dios te salve, María,…
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.
Dios te salve, María,…
Dios te salve, María,…
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
Dios te salve, María,…
Dios te salve, María,…
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.
Dios te salve, María,…
Dios te salve, María,…
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.
Dios te salve, María,…
Dios te salve, María,…
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…
Dios te salve, Maria,…Gloria al Padre .
Dios te salve, Maria,…Gloria al Padre .
1. La Santísima Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:
Pondré paz en sus familias.
Pondré paz en sus familias.
*Serán iluminados en los Divinos Misterios.
*Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
*Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
*Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
*Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
*He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.
*Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
*Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
*Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
*Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
*He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.
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